Día mundial de la alimentación
16 de octubre de 2013
En la actualidad, la malnutrición
impone altos costos a la sociedad que se manifiestan de muchas formas
diferentes:
Unos 1400 millones de personas tienen sobrepeso. De
estas, alrededor de un tercio son obesas y corren el riesgo de sufrir cardiopatías
coronarias, diabetes u otros problemas de salud. Una población sana depende de
sistemas alimentarios saludables
Uno de cada cuatro niños menores de cinco años en el
mundo padece retraso del crecimiento.
Esto significa que 165 millones de niños están tan malnutridos
que nunca alcanzarán todo su potencial físico y cognitivo.
Aproximadamente 2 000 millones de personas en el mundo
carecen de las vitaminas y minerales esenciales para gozar de buena salud.
Además, distintos tipos de malnutrición pueden
coexistir en un mismo país, en un mismo hogar o incluso en un mismo individuo.
Las mujeres malnutridas tienen más probabilidades de
dar a luz a niños más pequeños, que inician su vida con un riesgo mayor de
padecer deficiencias físicas y cognitivas. De hecho, la malnutrición de las madres
es una de las principales vías de transmisión de la pobreza de generación en
generación.
Al mismo tiempo, los progenitores obesos pueden sufrir
carencias vitamínicas y sus hijos pueden padecer retraso del crecimiento debido
al bajo peso al nacer o a unas prácticas asistenciales y alimentarias
deficientes. Los niños con retraso del crecimiento pueden tener incluso mayor
riesgo de desarrollar obesidad y enfermedades conexas en la edad adulta. La
mayor parte de los países del mundo se enfrenta a numerosos tipos de
malnutrición.
El costo para la economía mundial derivado de la
malnutrición, como resultado de la pérdida de productividad y los gastos
directos relacionados con la atención sanitaria, podría representar hasta un 5
por ciento de los ingresos mundiales.
Esto equivale a 3,5 billones de dólares de EE.UU. al
año, o sea, 500 dólares por persona.
Erradicar la malnutrición en el mundo es un desafío abrumador,
pero la inversión produciría cuantiosos beneficios. Si la comunidad
internacional invirtiera 1 200 millones de dólares al año durante cinco años en
la reducción de las carencias de micronutrientes, por ejemplo, se mejoraría la
salud, se reducirían las muertes infantiles y se aumentarían los ingresos futuros.
Además, se generarían unos beneficios anuales de 15 300 millones de dólares, es
decir, una relación costo-beneficio de casi 1 a 13.
La
importancia de los “sistemas alimentarios”
Un sistema alimentario está formado por el entorno,
las personas, las instituciones y los procesos mediante los cuales se producen,
elaboran y llevan hasta el consumidor los productos agrícolas. Todos los
aspectos del sistema alimentario influyen en la disponibilidad y accesibilidad
final de alimentos variados y nutritivos y, por lo tanto, en la capacidad de los
consumidores de elegir dietas saludables.
Naturalmente también existen otros factores como, por
ejemplo, los ingresos de los hogares, los precios y los conocimientos de los
consumidores.
Además, las políticas y las intervenciones relacionadas
con los sistemas alimentarios rara vez se diseñan con la nutrición como
objetivo principal. Incluso cuando es así, es difícil atribuir los efectos y,
en ocasiones, los investigadores concluyen que las intervenciones relativas a
los sistemas alimentarios no son efectivas para reducir la malnutrición. Por el
contrario, la efectividad de medidas de carácter médico, como la administración
de suplementos vitamínicos para hacer frente a las carencias de nutrientes
específicos, es más fácil de observar.
Sin embargo, las intervenciones médicas no pueden
sustituir a largo plazo los amplios beneficios nutricionales que ofrecen las
dietas saludables y equilibradas posibilitadas por un sistema alimentario que
funciona correctamente.
Una dieta
sana se basa tanto en la calidad como en la cantidad.
En todo el mundo, la primera recomendación de los
nutricionistas es “comer alimentos variados”. Esta sencilla consigna constituye
uno de los principios clave para velar por la calidad de la dieta.
La cantidad de comida -y su contenido energético-
también es importante. La energía proporcionada por la dieta debe ser
suficiente, pero no excesiva, y se debe equilibrar según el nivel de actividad.
Una dieta variada, compuesta por cantidades y combinaciones equilibradas de frutas
y hortalizas frescas, cereales, grasas y aceites, legumbres y alimentos de
origen animal, proporcionará probablemente la gama completa de nutrientes que necesita
la mayoría de las personas para llevar una vida sana y activa.