Mensaje sobre Literatura Infantil y Juvenil
Por la escritora Zunilda Borsani
Todos sabemos que en el mundo globalizado estamos
perdiendo valores, sentimientos, emociones, creatividad y muchos elementos más
que provocan en la personalidad de los niños, niñas y adolescentes, un vacío tremendo
a la hora de pensar, de obtener un criterio, de ser justos, solidarios y
desarrollar el sentido común. Todos o casi todos pensamos que nuestros niños,
niñas y adolescentes no leen. ¿Leemos los adultos? ¿Leen los docentes, los
padres? Los escritores, los docentes y los padres somos los referentes, el
espejo donde suelen mirarse. Por qué entonces no los acompañamos a esa aventura maravillosa que es
un poema o cuento compartido. La Literatura Infantil/Juvenil no puede dedicarse
solamente al divertimento. Desde mi punto de vista considero que la literatura
va mucho más allá del divertimento. El placer de leer no solo está en contar lo
divertido sino también en aquellas pequeñas cosas de lo cotidiano, de lo
verdadero, porque leer es volar, imaginar, soñar, es visualizar imágenes,
paisajes, colores, es viajar con los personajes de las historias a diferentes lugares de la
tierra o del espacio. Es placer de conocer,
investigar y examinar los
pensamientos y el propósito que llevó al autor a escribir de determinada
manera. Es sensibilizarse frente a una obra,
emocionarse, es compañía, sustento del conocimiento. Es profundizar e
interpretar y relacionar la propuesta del autor. Es dialogar en silencio con
las palabras. Leer es interrogar y discutir sobre los temas leídos, cuestionar
al autor, ser capaz de crear una crítica exhaustiva. Ponderar o rechazar la
propuesta del autor. Leer nos da el poder de comprender los hechos reales o
irreales de los protagonistas, el por qué se manifiestan de tal o cual manera.
La lectura nos hace más fuertes y poderosos, por el conocimiento que vamos
construyendo con los diferentes textos. En una palabra, el leer nos da la
libertad de pensamiento, nos enaltece y nos protege de la ignorancia. Leer es una de las maravillas de las cuales
goza la humanidad, cuando tiene un libro entre las manos. Pero para que esto
ocurra tenemos que cambiar nuestra mentalidad, porque para prepararlos para el
futuro, debemos trabajar el hoy y el ahora, lo demás llega solo. Me encantaría
que en las aulas todos los días y por el solo hecho del placer, se leyera un
poema elegido por el docente o entusiasmar a los alumnos a traer a clase alguno
que les guste. Otro de los elementos clave para lograr despertar sentimientos
es el arte, que también puede integrar la Literatura, porque el arte también se
lee. Cuando un niño, una niña o un adolescente describe mediante un dibujo
algo, está plasmando su interior, podemos a través de ello descubrir parte de
su historia, como así también la escritura que realizan forma parte de su
realidad conjuntamente con la magia y la fantasía. Como dice Vigoskii, “La
imaginación constituye una condición absolutamente necesaria para casi toda
función cerebral del ser humano”, por este motivo la LIJ, puede y debe ofrecer la más alta calidad en
las palabras que utiliza, no a los diminutivos, solo en caso necesario para
expresar un afecto, no tratar a los
lectores como tontos, porque ellos son creativos por naturaleza y debemos
darles los incentivos necesarios para la reflexión y deducción de los relatos,
descubrir el profundo misterio de las palabras del autor. En los poemas solo
disfrutarlos y sensibilizarlos, el poema en sí les enseña la ética y estética.
Las editoriales mandan y los escritores obedecen alejándose de esta manera de
la realidad. Personalmente considero que la LIJ debe respetar al lector en
todos los sentidos y contribuir a la formación de un individuo apto para el
mundo de hoy. No debemos ser indiferentes a los lectores porque ellos integran
e integrarán nuestro mundo y debemos darles lo mejor desde las palabras.
Aprovechemos la tecnología para incentivarlos a leer y a disfrutar de lo leído.
Por suerte hoy hay libros de literatura para niños que a través de la fantasía,
muestran la realidad, sin tener que opacar sus mentes con elementos nocivos
para el alma.