jueves, 5 de junio de 2014


La cerámica en el Uruguay:

(10 /11/1921 – 12/10/2002)
De las formas que he formado
Nunca sabré la verdad
Si soy yo el que las crea
O es el barro el que las da
Tomás Cacheiro


Tomás Cacheiro es uno de los grandes ceramistas del Uruguay.
Si uno toma en sus manos una pieza de este creador la sentirá suave, agradable al tacto, asombrosamente liviano, en contradicción con su apariencia pétrea, sus surcos profundos. Las piezas están cubiertas con engobes de colores suaves, desde un rosa terroso a los matices de un violáceo celeste..
La forma, la textura, el color, el peso se combinan para sintetizar un mundo animado, humano, vegetal y mineral al mismo tiempo.
Cacheiro, antes de realizar una pieza de arcilla, la dibujaba con mano maestra hasta sus más ínfimos detalles. Esta forma básica podía ser un cacharro, una vasija, una luna o una piedra. En cada objeto, el artista iba tejiendo sus relieves, añadiendo formitas, bichitos, los niditos de chicharra.  Luego coloreaba con delicados engobes sin dejar rastro alguno de pincelada. Bruñía las superficies que lo permitían. No le interesaba el conocimiento de los esmaltes. Al final el horno eléctrico llevado a temperatura de media 1040º,  hacía también su trabajo.

Estas son parte de las obras que realizó.




Uniendo la cerámica a la influencia del Taller Torres García, surgió el estilo de Collel.
Junto a Carmen Cano, su esposa, dedicaron muchos años a la docencia en su taller.
Collell dejó los esmaltes para usar la técnica del engobe que era muy parecida  a la pintura porque se podía diluir el sombreado. Para poder realizar esta técnica debió realizar un trabajo previo con los materiales. Se preocupó de crear una rica paleta de colores que no fuera estridente.
Su forma de propia de trabajar el engobe bruñido era la siguiente: pintaba la pieza con engobes diluidos después de seca, lijada y sin bizcochear; luego  la engrasaba  y la bruñía para que el color penetrara en el barro y se fijara con el bruñido; por último, la cocinaba  a más de mil grados. Resultado: el color se adhería a la superficie del objeto como si fuera la pared de un fresco.
Las formas de sus piezas presentan simplicidad, pero fueron muy estudiadas. Las construía con base en planchas, con la ayuda de moldes de cartón que el mismo creaba y preparaba. Estas partes, eran combinadas y pegadas hasta formar la totalidad.
Las piezas hechas por Collell, son funcionales y de variado tamaño. Algunas alcanzan los setenta centímetros de altura. Predominan vasijas, cuencos, platos, vasos. Son agradables y cálidas al tacto. El bruñido y la cera les otorgan un brillo tenue, sin estridencias. Con gran luz, matices y contrastes proporcionados  por el juego de tonos y el manejo sabio del color.









MARCO LÓPEZ LOMBA
Pionero de la cerámica en Uruguay

Nacido en Francia en 1920, se afincó en Uruguay, junto a su familia, con dos años de edad.
Ingresó al Círculo de Bellas Artes en 1936, donde en particular apreció la obra de Cúneo y Laborde. En forma paralela asistió a la Escuela de las Artes de la Construcción, en la que aprobó los cursos de tecnología de la construcción y pintura decorativa. Viajó a Buenos Aires, permaneció algún tiempo en el altiplano boliviano, donde fundó un taller de pintura al fresco y realizó un mural de grandes dimensiones. Posteriormente viajó a Perú, al Mato Grosso, Colombia, Ecuador y Europa. Terminó su viaje en París, donde conoció a Le Corbusier.
A comienzos de 1950 se radicó en Montevideo. Su vecino director de la fábrica de cerámicas La Paz, lo invitó a concurrir a ella, lo cual aceptó. Marco se instalaba el día entero a trabajar y en dos años aprendió el oficio de ceramista.
Junto a su vecino Ariel Rodríguez, daban clases de cerámicas, a un grupo de jóvenes dentro de la fábrica, que al ser  detectado por los patrones, debió  ser cerrado.
Luego se instalaron en forma independiente, sumándose a la sociedad Carlos Páez Vilaró. En 1954 se constituyó el recordado Taller de Artesanos. Por último, quedó solamente López Lomba con su taller, quien nunca dejó de impartir clases y crear como experiencia vital.
En cuanto a la manera de crear sus piezas, trabajaba básicamente con el torno y sólo en contadas ocasiones con moldes. Aunque él torneaba, trabajaba con un equipo de torneros, como el italiano Constantino Montalvo y los españoles Pascual Freire y Pedro Cean, quienes bajo su dirección se encargaban de la realización o el “levantado” de la pieza, en tanto él se ocupaba de los diseños y las terminaciones. “El alfarero era como un elástico que se metía dentro de la pieza modelando y él, del lado de afuera, le iba diciendo: un poquito más a la derecha, más arriba, más abierto, etcétera. Él diseñaba la pieza, él siempre estaba mirando” Luis Ospitaleche.
“Nunca hago dibujos previos […]  Por eso improviso en el torno. Al trabajar van surgiendo, por sí solos, la forma, el dibujo, el color y la textura. De este modo, asimismo, la composición sigue una armonía naturalmente continua” palabra de López Lomba 24 de marzo 1961 “Marcha”
Una de  las características más destacadas de López Lomba, ceramista, fue su              preocupación  constante por el tratamiento y conocimiento de material cerámico.
Creaba sus propios esmaltes o modificaba algunos industriales, cubría la pieza con sucesivas capas, para lo cual utilizaba una aspiradora invertida a modo de soplete.
Los resultados eran únicos e irrepetibles porque en general el orden de las capas era improvisado.
Primero, le daba  óxido de hierro o manganeso transparente y un poquito de arcilla.
Segunda capa, blanca. Tercera capa rojo otra vez. Cuarta capa, blanco. Quinta, verde y así seis o siete capas. La última generalmente era un óxido.
A continuación, con un cuchillito de madera hecho por él, empezaba a raspar. Etapa de esgrafiado.
En total este artista, ponía unos dos milímetros de esmalte, los que no se chorreaban porque eran duros.
Algunos de los elementos que usaba en el esmaltado  eran el cinc, cuarzo y minio. Si luego de pasar por el horno los esmaltes de la pieza resultaban ásperos, la llevaba nuevamente al horno a mayor temperatura. En ocasiones volvía a esmaltar y esgrafiar el objeto cerámico. A veces horneaba una misma pieza hasta cuatro o cinco veces.
Murió prematuramente, en 1970.

PARA SABER MÁS

El engobe o "ingobbio" es una papilla, normalmente de pasta blanca, coloreada con óxidos o colorantes disueltos en la misma que se aplica a una pieza cuando se encuentra en la fase de dureza de cuero. También existen engobes para aplicarse sobre el bizcochado. En el caso que el engobe y la pasta sobre la que le aplicamos, no tuvieran el mismo coeficiente de dilatación o encogimiento, se producirían descascarillados o grietas tras la primera cocción, por lo tanto debemos tener en cuenta lo siguiente:
a) Trataremos de conseguir una buena pasta blanca para engobes. Suele utilizarse la greda. Si la arcilla es poco grasa, el engobe, tras la primera cocción, se descascarilla. Decimos que el engobe es demasiado "grande". Para corregirlo, procederemos a añadir bentonita, o una arcilla más grasa, hasta conseguir un equilibrio perfecto. Por el contrario, si el engobe se agrieta, es a consecuencia que la arcilla es demasiado grasa y tiene un coeficiente de encogimiento o reducción más grande que la pasta de engobe, por lo que tenemos que añadir, a la arcilla, materias desengrasantes, como por ejemplo feldespato chamota de grano fino o creta
b) La pasta de engobe debe tener suficiente opacidad para conseguir el color deseado.
c) En el caso que posteriormente pongamos una cubierta transparente (barniz), debemos asegurarnos que mantenga una buena tolerancia entre ambos: engobe-barniz.
d) Los óxidos o colorantes disueltos, tienen que estar bien incorporados en la pasta de engobe para evitar posteriores disoluciones, en el caso que coloquemos posteriormente una cubierta transparente.

BIZCOCHADO

Las actividades que los ceramistas ejercen sobre el barro pueden acabar en una operación final consistente en la cocción del barro conformado o continuar actuando sobre el resultado de esta primera cochura con diversas operaciones que modificarán el "bizcocho" producto de la cochura y, en estos casos, la obra se concluirá con la introducción de ésta en horno las veces que sean necesarias para conso­lidar estas operaciones.


Aporte realizado por la Maestra Ana Martell