19 de Marzo
Natalicio de José Pedro Varela
“No es en los momentos de ostentación y de lujo
que debe juzgarse a los hombres.”… “…para conocer el grado de ilustración y de
progreso en que se encuentran, es necesario observarlos en su vida normal; en
lo que hacen todos los días.”
Décima
Tercera Carta.
Impresiones de viaje en Europa y América
El martes 19 de marzo se cumplirán 168 años del
nacimiento de José Pedro Varela, el reformador de la escuela uruguaya.
A lo largo de su breve existencia, Varela fue un
habitante bastante peculiar de la entonces aldeana ciudad de Montevideo,
capital de una nación que todavía no había alcanzado el medio siglo de
existencia y cuyas ideas rectoras eran puestas en discusión constantemente por
la sucesión de revoluciones y crímenes políticos sucedidos casi sin solución de
continuidad.
Que en ese estado de cosas un joven planteara
temas como el valor de la democracia y como ayuda a ella, la necesidad de
generalizar la educación pública extendiéndola a todos los habitantes de la
joven república es un hecho notable en cualquier época. Pero a ese aspecto,
esencial mas no el único de su obra, también es fundamental recuperar del
pensamiento vareliano la ponderación que éste sentía por el papel de la mujer
en la sociedad, lejos del papel unidimensional de ama de casa y madre que se le
asignaba a éstas en su tiempo. Es por ello que continúa siendo Varela nuestro
contemporáneo a pesar del tiempo que nos separa de los años de su existencia física,
pues sus ideas lo redimen de la obsolescencia que a tantos eximios pensadores
ha cubierto con un piadoso olvido.
Sin ánimo de emprender una relación biográfica,
diremos que Varela nació en Montevideo el 19 de marzo de 1845, en el seno de
una familia burguesa de ideas liberales, en donde lo intelectual era materia
diaria. Fue periodista desde muy joven, lo cual equivale a decir que desde
temprano se inició en el ejercicio de la observación y el análisis, aplicando
una visión europeizada sobre la vida de la entonces aldeana Montevideo y la
campiña oriental, usando a tales efectos el seudónimo Cuasimodo en una revista
de novedades literarias
Precisamente, cuando según la costumbre de las
familias acomodadas de la época emprendió un viaje a Europa a la edad de 22
años, luego de pasar por España y Francia, cruzó el canal de La Mancha hacia
Londres donde finalmente conoció allí al escritor Víctor Hugo, autor de Nuestra
Señora de París, obra donde aparece el jorobado cuyo nombre había
tomado Varela para rubricar sus notas. Varela se reúne con Hugo en el
apartamento donde éste vivía sólo pues había dejado su familia en Bruselas y
comparten ambos un breve pero vigoroso diálogo donde discurren temas como la
situación política de Europa, el papel de Francia en el mundo, la posición de
la “República Oriental” como heraldo de la cultura francesa y al final del
encuentro, Hugo le augura a Varela un gran porvenir, y expresa “Cuando vuelva a
su país, quiere Ud. decir a sus compatriotas que hago votos porque prosperen en
La libertad y porque realicen bien pronto sus vastos destinos.”2
En palabras de Varela, Hugo le
ha “…tratado bien cuando pudo despreciarme y estoy más contento de haber pasado
una hora a su lado que de todos los elogios que ha tenido la bondad de
prodigarme; elogios que, ¿no es cierto? me han de valer más de una crítica
amarga de parte de mis compatriotas.” 3
Llega a Estados Unidos un mes después, en enero
de 1867. Es el gran país del norte donde fue presentado al gran reformador
Domingo Faustino Sarmiento quien por entonces se hallaba allí en misión
diplomática a escasos meses de ser designado presidente de la Argentina, y con
quien mantendría amistad hasta el final de sus días.
Sarmiento le vincula con diversos especialistas
norteamericanos en temas de educación, quienes sembrarían en Varela la idea de
“la importancia de la educación adecuada de todos los miembros de la sociedad,
como factor de progreso social y político”. 4
Es materia de especulación histórica hasta qué
punto este viaje de Varela fue iniciático en cuanto a la génesis de su visión
sobre asuntos como el papel de la educación como solución nacional, una
educación que permitiera dejar atrás definitivamente el ciclo de guerras
civiles libradas por los partidos fundacionales (“las guerras son más bien de
partido a partido, que de nación a nación” 5 le expresa a
Hugo durante la conversación referida) por cuanto ya antes de salir de viaje
había expresado Varela ciertas reflexiones al respecto. Pero de lo que no cabe
duda es que cuando el 28 de agosto de 1868 vuelve a Montevideo es un Varela
distinto el que regresa. Al decir de Tomás de Mattos en el prólogo a la edición
2010 de “Impresiones…” : “será “un hombre convencido de que la educación
popular es el principal instrumento de la construcción y del desenvolvimiento
de la democracia, y de que él, profundizando en el conocimiento de las nuevas
corrientes pedagógicas, puede ser el propulsor protagónico de la fundación de un
movimiento colectivo que promueva esa educación popular.” 6
Es por eso que quizás la consecuencia más
inesperada de esta travesía, de este conocer sociedades distintas a la propia
sea algo para lo que Varela no estaba preparado ni tenía conocimiento alguno en
tanto habitante de la sociedad montevideana de mediados del S. XIX.
En sus propias palabras: “La mujer americana es
un tipo único, que no tiene ejemplo en el mundo, ni tiene tampoco quien la haya
imitado. Casi me animaría a decir que ni los europeos ni los sudamericanos
podrán concebir nunca la mujer norteamericana, mientras no venga nunca a E.
Unidos.” 7
Y entonces pasa Varela a relatar su experiencia
vivida a raíz de una invitación de Sarmiento a la lectura por parte de una dama
(“miss Annie E. Dickenson”) en un teatro de Washington.
Describe Varela, en el estilo minucioso en el que
ha venido detallando su viaje, la cantidad de asistentes al teatro y luego, las
impresiones que la joven lectora causaron en él.
La joven actriz en cuestión, perteneciente al
sector moderado del partido Republicano, desarrolló ante un público compuesto
en su mayoría por hombres una fuerte argumentación en contra de la candidatura
del Gral. Grant, candidato de los Republicanos radicales, realizando entonces
fuertes críticas al actual presidente Andrew Johnson, sucesor del asesinado
Abraham Lincoln.
La señorita Dickenson (SIC), que además de
activista política y temprana feminista era maestra, consideraba que la
política anti derechos civiles de Johnson estaba enviando al partido
Republicano al desprestigio, condenándolo a la postración al abandonar la senda
renovadora por la que Lincoln lo había encaminado.
La oradora se enfrenta por momentos a la
desaprobación expresada en voz alta por la tertulia y les responde “Tenéis
miedo a vuestros vecinos” … “pero ¡qué importa!” … “vengo del Oeste, donde se
ha hablado delante de millones de personas, para que pueda intimidarme la
desaprobación del puñado que me está escuchando.” 8
Varela, acostumbrado a las mujeres fuertes de
Europa y Sudamérica que “sólo pertenecen al bello sexo por un error de la
naturaleza”, pues “por su desprecio por la belleza física, por su
despreocupación en el vestir, por su olvido de esas graciosas pequeñeces que
tanto atractivo prestan a la mujer, se ve claramente que desfiguran a la
naturaleza humana y que son hombres a pesar de su sexo.” 9 se
siente disgustado ante la comprobación de que podría estar equivocado ya que
Miss Dickenson “en medio de sus serios trabajos políticos, se preocupa y mucho
de hacer bien sensibles todos los atractivos físicos con que la naturaleza ha
querido dotarla.”
Luego de buscar en vano dentro de las mujeres
norteamericanas una que pudiera seguirle dándole sentido al concepto de que “es
cierto lo que se había figurado: Esa mujer es un hombre.” 10abandona
finalmente esa idea: “he tenido que decir adiós a una idea que había vivido en
mí desde la infancia, convenciéndome de que el sentimiento y la inteligencia no
se excluyen; de que la gracia y el estudio pueden caminar juntos en medio a las
tribulaciones de la vida, y en fin, de que la mujer, con la misma voz con que
acaba de pronunciar un discurso político o una disertación científica, puede,
algunos instantes después, entonar el arrorró, junto a la cuna de un niño que
dormita.” 11
Quizás fue allí, en ese teatro, durante esa
velada, donde Varela efectuó un giro determinante gracias a su mentalidad
abierta a los pensamientos avanzados de la época, y germinó en él la idea de la
igualdad en los derechos de la mujer como complementaria a la de una educación
popular y universal en el camino hacia la consagración de una sociedad
democrática.
De hecho, luego de reintegrarse a la vida social
y política de nuestro país, el 13 de enero del 1869, Varela se
convirtió en elprimer hombre uruguayo en defender el derecho al voto femenino
durante una conferencia celebrada en el Club Universitario, causando un gran
revuelo en la sociedad letrada de la época.
Como escribiría más tarde: “¿No se cree que una
gran mayoría de los empleados públicos, de los subalternos al menos, podría
tener faldas, sin perjuicio para el buen servicio, y sin peligro para las
empleadas, a poco que la mujer recibiese los conocimientos rudimentarios que se
necesitan para ser oficinista? Y no se diga, empleando el argumento de los que
no tienen razones: ¡Así andaría ello!, porque no faltaría quien contestase, sin
ultraje a la verdad: ¡No peor de lo que anda!” 12
NOTAS:
1 a 11: VARELA, José
Pedro. Impresiones de viaje en Europa y América. MEC. CETP. San
José, 2010.
12: VARELA, José Pedro. Educación Del Pueblo Tomo
II, p. 216 y 217, Educación de la mujer.