lunes, 1 de abril de 2013

UN ASPECTO POCO DIFUNDIDO DE ARTIGAS:
EL DE  EDUCADOR

1 - La figura de Artigas ha sido analizada como conductor y caudillo, como estratega militar, como estadista práctico, como precursor de la tradición democrático-republicana, como campeón del pensamiento federalista, como protector de los menos privilegiados, en fin, todas ellas facetas incuestionables de su personalidad excepcional. Pero se ha soslayado que también fue un educador.
    Porque Artigas lo fue, incuestionablemente, y en múltiples sentidos. Primero, porque se preocupó por la educación. Segundo, porque creó una conciencia cívica nacional. Tercero, porque influyó sobre los hombres que estructuraron las formas de educación superior en ambas márgenes del Plata.
2 - El interés de Artigas  por la educación queda de manifiesto, entre otros aspectos, en la carta que envió desde Purificación al Cabildo de Montevideo, el 10 de setiembre de 1815, pidiendo instrumental didáctico “para atender la enseñanza de estos jóvenes, y fundar una escuela de primeras letras en esta nueva población”.
     También, en el severo juzgamiento de quien conspiraba desde las aulas contra las bases del sistema. Ello  surge del expediente relativo al preceptor Manuel Pagola, de fecha 9 de octubre de 1815.
“Los jóvenes deben recibir un influjo favorable en su educación, para que sean virtuosos y útiles a su país (y) no podrán recibir esta bella disposición de un maestro enemigo de nuestro sistema”, escribió Artigas al Cabildo de Montevideo  en 1816. Luego tuvo la  generosa actitud de rehabilitarlo, al saber por su hijo que el docente se encontraba  en extrema desventura económica, expresando: “Yo me congratularé de poder contestar al ruego inocente de mi hijo, que sus deseos quedan llenados de corazón por mí, y por la bondad de V. S”.

     En la misma orientación formativa se inscriben las inquietudes de Artigas por poner “en ejercicio” la imprenta, ahora en poder de los orientales. Deja abierta la posibilidad de que Cabildo opte entre el hacerlo “ya por un tanto a cargo de algún periodista, ya por cuenta de este Cabildo”. Al prospecto del “Periódico Oriental” que le llegara al mes siguiente, redactado por Mateo José Vidal, como “primer fruto de la prensa del Estado”, lo considera “conveniente para fomentar la ilustración de nuestros paisanos”. Pero al no conseguirse periodistas, la frustración de Artigas no se hizo esperar. “Para mí es muy doloroso que  no haya en Montevideo un solo paisano que encargado de la prensa dé a luz sus ideas, ilustrando a los orientales y procurando instruirlos en sus deberes”. No oculta a la Corporación su desilusión y pesimismo: “Todo me demuestra la poca decisión y la falta de espíritu público que observo en ese pueblo. Yo deposité en ese Cabildo esta confianza, ansioso de verla desempeñada y una frialdad degradante ha ocupado el asiento de las resoluciones”. Y termina, como jefe de los orientales que era,  con una frase que es a la vez una amonestación y una seria advertencia: “Más energía, más actividad. De lo contrario tomaré providencias más ejecutivas”.
     Siempre tuvo claro su papel educador: “estamos para formar hombres”, le escribe al Cabildo el 22 de junio de 1816.
3 -  Artigas también creó una conciencia cívica nacional, por la gravitación poderosa y honda y el perdurable influjo generado mediante  su ideario, su conducta y su obra.
    La figura de Artigas está rodeada, afirma Eduardo Acevedo, de cinco aureolas: la del republicano, la del defensor de la soberanía popular, la del promotor del federalismo, la del organizador de pueblos autónomos contra las tutelas extranjeras y finalmente la del “portaestandarte de las ideas de humanidad y de respeto a todos los derechos, cuando la bandera de sangre y de violencia recorría triunfante y sin barreras el vasto escenario americano”.
    Todo ello constituyó un valioso y rico contenido ideológico, que sirvió de ejemplo y educó, tanto a sus contemporáneos como a las generaciones posteriores.
4 - Artigas tuvo, por otra parte, trato e influencia sobre los intelectuales y los personajes políticos que organizaron los estudios superiores en ambas márgenes del Plata. Espontánea y libremente lo siguieron y lo nombraron su jefe. ¿Cuánto pudo haber gravitado sobre ellos?
   José Valentín Gómez y Santiago Figueredo, curas de Canelones y Florida respectivamente, ambos destacados soldados de la batalla de Las Piedras, dirigieron como segundo y tercer Rectores, en forma sucesiva, la Universidad de Buenos Aires.

“No olvidaré hacer presente a V. E. los distinguidos servicios de los presbíteros Dr. D. José Valentín Gómez y D. Santiago Figueredo, curas vicarios, éste de la Florida y aquél de Canelones; ambos, no contentos con haber colectado con activo celo varios donativos patrióticos, con haber seguido las penosas marchas del ejército […], se convirtieron en el acto de la batalla en bravos campeones, siendo de los primeros que avanzaron sobre las filas enemigas con desprecio del peligro, y como verdaderos militares” (Artigas complementando el parte de la Batalla de Las Piedras, 30/5/1811).

      Dámaso Antonio Larrañaga y Mateo Vidal, portadores de las Instrucciones del Año XIII ante Buenos Aires en nombre de Artigas, elaboraron el primer estatuto jurídico de la educación superior, sancionado por las Cámaras legislativas de Oribe en 1837.
   El gobierno “económico” radicado en Guadalupe, del cual Artigas era “sin ejemplar Presidente”, solicitó  al sacerdote José Manuel Pérez Castellano su manuscrito relativo a  sus “apuntaciones sobre agricultura”, fruto de su experiencia en el cultivo durante 40 años, de su quinta sobre el arroyo  Miguelete. Este trabajo constituye la primera investigación sobre ciencias naturales de estas tierras.

El mismo fue mandado imprimir por el Presidente Oribe (mientras  la ciudad de Montevideo permanecía sitiada), con el título “Observaciones sobre Agricultura” con el innegable propósito de educar  en las prácticas agrícolas a los paisanos, además de el de rendirle homenaje póstumo. “[El presidente Oribe mandó imprimir este manuscrito] no solo por la utilidad que de ello puedan reportar los labradores, hortelanos, quinteros, etc. sino como un testimonio de respeto á la memoria de aquel ciudadano”, dice su carátula, fechada en el Cerrito de la Victoria en 1848, Imprenta del Ejército.

    José Benito Lamas, docente  artiguista,  reformador de la Escuela oficial de Montevideo, fue el primer catedrático de la Casa de Estudios Generales, antecesora de la Universidad.
     Por último, Manuel Oribe y Joaquín Suárez, soldados de Artigas, dieron los pasos decisivos, en 1838 y 1849 respectivamente, para dejar constituido en forma definitiva el centro superior de estudios de la nación.
5 - La expansión y consolidación del mensaje de Artigas se llevó a cabo de múltiples formas. La poesía de Bartolomé Hidalgo y los naipes artiguistas, fueron, entre otros, instrumentos educadores que contribuyeron a ello.
  Integrado a la revolución artiguista, Hidalgo fue, dentro de la humildad de su versificación, “si no el primero, uno de los primeros en descubrir para la poesía el valor de la población rural americana […] en actitud de gaucho, canta los sentimientos de la población del campo en las guerras por la Independencia y sus luchas por la libertad […] En los `Cielitos´ canta los ideales militantes de la lucha contra el poder español […] amor a la patria, odio a los tiranos; y alienta a los gauchos a luchar contra los partidarios de Fernando VII” .

Escuchadas sus versificaciones en las alucinadas ruedas de los fogones montoneros, repetidas una y otra vez en las marchas cotidianas, con su lenguaje directo y simple, rebelde  y osado,  y por lo mismo atractivo, en la medida que estaba impregnado del ideario artiguista, excitaron los sentimientos, dieron forma poética a anhelos escondidos y quizás no bien configurados ni expresados en las almas fieras pero ingenuas de los  insurrectos. Al llegar al alma campesina, esos versos se constituyeron en una pedagogía práctica de las masas, difundiendo, sin proponérselo, el mensaje educador del artiguismo.

    Asimismo, los naipes artiguistas, fabricados por el Padre franciscano Solano García con láminas de madera, contenían frases y sentencias promocionales, como la que lucía el cuatro de oros (“Con la constancia y fatigas / libertó su patria Artigas”), y contribuyeron también a la propagación del ideario entre las clases populares.
    6 - La tradición ha preservado una composición poética elaborada en tiempos de Artigas para su escuela de Purificación, que en su ingenuidad contiene sin embargo mensajes hondos. Está dirigida a los niños y es un canto sencillo, que exalta la alegría de la vida,  la hermandad entre coterráneos,  la belleza de la naturaleza, el cariño de los padres,  la igualdad de razas, el federalismo. Literariamente simple, pero a la vez tierna; políticamente oportuna; psicológicamente adecuada; didácticamente espléndida.
“Así como el hornero
De barro hace su casa,
Mostramos al mundo entero
Que aquí también se amasa.

Así como el jilguero
Canta con alegría
Todos decimos ¡quiero!
Y cantamos todo el día.

Así como el colibrí
Juega con las flores,
Siempre decimos que sí
A nuestros buenos padres.

Así como el ñandú
Corre infatigable
Vamos a Pay Sandú

En galope agradable.

Así como el venteveo
Siempre saluda atento
Recordamos a Montevideo
Con el corazón contento.

Así como la golondrina
Arma nido en el alero,
Amamos nuestra escuela
Con libros y tinteros

Así como la cigüeña
Cuida de sus hijos
Nuestro maestro nos enseña
Con bondad y sin enojos.

Así como el teru-teru
Es siempre constante
Decimos, veo  leo
A lo que tenemos delante.

Así como los flamencos
Vuelan en forma ordenada, indios,
negros y blancos, marchamos en fila alineada.

Así como el cardenal
Luce su copete colorado,
Defendemos la idea federal
Que Artigas ha proclamado”.

    Dos aspectos llaman la atención: la referencia a la bondad del maestro (lo que supone un cambio cualitativo respecto a la modalidad metodológica del preceptor colonial) y la mención de la “fila alineada” (es decir, juntos) formada por los niños “indios, negros y blancos”. Esto último es una inequívoca alusión al hecho sorprendente de que existía, modificando el estado de cosas tradicional, una total integración social en el ámbito escolar.
    7 - El sacerdote chileno Camilo Enríquez escribió en el periódico El Censor en 1817, que en Concepción del Uruguay (provincia de Entre Ríos), y bajo la protección del Comandante artiguista José Antonio Berdum, vio funcionar una escuela privada y gratuita cuyo preceptor era  Fray Solano García -creador de las barajas artiguistas-, donde se aplicaba -por primera vez en América- la metodología lancasteriana, y con éxito que lo sorprendió.
    En efecto, pudo comprobar que “en el espacio de seis meses un gran número de niños leían un libro, conocían todos los números y caracteres manuscritos, los hacían, escribían cualquier palabra dada y explicaban (...)” Y agrega el fraile visitante que “a la arena ha sustituido una gran pizarra: los niños aprenden a un mismo tiempo a leer, escribir, y con más expedición escriben que leen al principio. Igualmente estudian la Gramática castellana y los elementos de aritmética (...)”. Es verosímil que Artigas haya autorizado el funcionamiento de la escuela, dado que el fraile gozaba del “afecto del caudillo oriental”.
    Conviene destacar algunos aspectos de esta trascripción. Primero, el hecho de haberse adelantado Solano García  a la metodología que difundió en América el pastor James Thomson, y aplicarla en un contexto artiguista. Segundo, el proceso acelerado de aprendizaje, con los resultados que Enríquez -quien no era partidario de Artigas- pudo verificar. Tercero, la innovación didáctica de aprender lectura y escritura al mismo tiempo, e incluso ésta antes que aquella (la práctica tradicional era comenzar a escribir cuando ya el niño sabía leer). Cuarto, la aparición del pizarrón sustituyendo a la pizarra manual de estilo.
8 - Subsiste  el secreto de su hechizo sobre quienes le rodeaban (“se hacía atraer la voluntad…por su modo afable y cariñoso”, decía Josefa Ravía), y de la fascinación que producía su presencia (“Lo vi…circundado de muchos mozos alucinados”, escribió Nicolás de Vedia).
    De un hombre que tuvo precaria educación institucionalizada, que llevó “vida suelta” y casi siempre “contra el bando” durante diez años, de quien estuvo catorce años como blandengue “pasando trabajos siempre a caballo para garantir a los vecinos de los malevos”, (como él mismo escribió), razonablemente no podía esperarse la expresión de modales corteses ni de actitudes afables y gentiles. Sin embargo hay un episodio revelador.
     En 1810 llegó Artigas al frente de 200 hombres, a la estancia de don José de Eseiza, que se hallaba ausente. Atemorizado por la tropa y su conductor, y temiendo por las mujeres de la casa, el encargado de la estancia señor De Puente, con mucho recelo invitó a Artigas a la mesa. Poco después relataba por carta  a su patrón los hechos de la jornada. “Se ha portado este señor [Artigas], con mucha urbanidad y política, escribió De Puente, asistiendo al mediodía a su mesa de Usted con el mejor orden de caballero, acompañando a estas señoras y disuadiéndolas de su temor, por cuyo respeto y ejemplo, a nadie incomodó la tropa”.


Prof. Agapo Luis Palomeque