Nace David Hume, filósofo,
economista e historiador escocés
economista e historiador escocés
David Hume fue un filósofo, economista e historiador escocés y
constituye una de las figuras más
importantes de la filosofía occidental y de
la Ilustración escocesa.
Los historiadores consideran que la filosofía de Hume no es
válida, como una profundización en el
escepticismo, aunque esta visión ha sido
discutida, argumentando que el naturalismo
tiene un peso comparable en su pensamiento.
El estudio de Hume ha oscilado entre los que
enfatizan la vertiente escéptica de Hume
(como es el caso del positivismo lógico), y
los que, en cambio, consideran más
importante la vertiente naturalista (como
Don Garret, Norman Kemp Smith, Kerry Skinner,
Barry Stroud y Galen Strawson).
Hume estuvo fuertemente influido por los empiristas John
Locke y George Berkeley, así como por varios
escritores franceses como Pierre Bayle, y
algunas figuras del panorama intelectual
anglófono como Isaac Newton, Samuel Clarke,
Francis Hutcheson y Joseph Butler.
Hume afirma que todo conocimiento deriva en última
instancia de la experiencia sensible, siendo
esta la única fuente de conocimiento y sin
ella no se lograría saber alguno.
Hume se granjeó notoriedad como ensayista e
historiador. Los seis volúmenes de su
Historia de Inglaterra abarcan desde los
reinos sajones hasta la Revolución Gloriosa
de 1688; se vendió mucho en su época. En
ella, Hume presentaba al hombre como una
criatura de costumbres, predispuesto a
someterse en silencio al gobierno
establecido a menos que se enfrente a la
incertidumbre. Según él, sólo las
diferencias religiosas podían desviar al
hombre de sus vidas cotidianas para hacerle
pensar en política.
El ensayo de Hume De la superstición y la religión
estableció las bases del pensamiento laico.
Los críticos con la religión de la época de
Hume tenían que expresarse con cautela.
Apenas 15 años antes del nacimiento de Hume,
un estudiante de dieciocho años, Thomas
Aikenhead fue juzgado por decir públicamente
que el cristianismo era un sinsentido,
blasfemia por la que sería ahorcado. Hume
siguió la práctica habitual de expresar sus
puntos de vista indirectamente, a través de
personajes que dialogaban en su obra.
Además, no reclamó la autoría del Tratado
hasta el año de su muerte, en 1776. Sus
ensayos Del suicidio, y De la
inmortalidad del alma y sus Diálogos
sobre la religión no se publicarían
hasta después de su muerte, y aun así Hume
no figuraba en ellos en los nombres del
autor ni del editor. Hume fue tan hábil
camuflando sus ideas que a día de hoy
todavía se discute si en realidad era deísta
o ateo. A pesar de ello, se le denegaron
muchos cargos por declararse ateo.
Hay un relato (probablemente falso) sobre David Hume y su
supuesto ateísmo. En él, Hume cae de su
caballo en un barrizal y se empieza a
hundir. Entonces pasa por allí una anciana y
pía dama. Cuando ve al célebre ateo agitando
sus brazos en un intento de salvar su vida
se acerca al borde y le mira. Hume le
suplica a la dama que le acerque una rama
para poder escapar, pero ella responde que
se niega a menos que proclame su devoción a
Dios Todopoderoso. Hume finalmente hace lo
que le pide y la dama le ayuda a salir.
De
1763 a 1765 Hume ejerció como secretario de
Lord Hertford en París, donde se ganó la
admiración de Voltaire y fue agasajado por
las damas de la alta sociedad. Allí trabó
una amistad con Rousseau que más tarde se
estropearía. Escribió sobre su estancia en
París «A menudo añoré la tosquedad de The
Poker Club de Edimburgo... para corregir y
rectificar tanta exquisitez». En 1768 se
estableció en Edimburgo. En 1770, el
filósofo alemán Immanuel Kant avivó el
interés por los trabajos filosóficos de Hume
al declarar que le habían despertado de
«sueños dogmáticos» (circa) y
desde entonces gozó del reconocimiento que
había perseguido durante toda su vida.
James Boswell visitó a Hume pocas semanas antes de su
muerte. Hume le dijo que sinceramente veía
la vida después de la muerte como «el
capricho más irracional». Hume escribió
su propio epitafio: «Nacido en 1711,
Muerto en 1776. Dejando a la posteridad que
añada el resto» que está grabado
conjuntamente con el año de su fallecimiento
en la «sencilla tumba romana» que
dejó escrito que prefería y que está
situada, como deseaba, en la ladera este de
Calton Hill, desde la que se ve su casa, en
el número 1 de St David Street del New Town
de Edimburgo.
Legado
Aunque Hume escribió sus obras en el siglo XVIII, su
trabajo sigue siendo relevante en las disputas
filosóficas de la actualidad, lo que contrasta con
las aportaciones de muchos de sus contemporáneos.
A continuación se ofrece un sumario de sus
trabajos filosóficos más influyentes:
Ideas e impresiones
Hume cree que todo el conocimiento humano proviene de los
sentidos. Nuestras percepciones, como él las
llamaba, pueden dividirse en dos categorías: ideas
e impresiones. Así define estos términos en
Investigación sobre el entendimiento humano:
«Con el término impresión me refiero a nuestras
más vívidas impresiones, cuando oímos, o vemos, o
sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y las
impresiones se distinguen de las ideas, que son
impresiones menos vívidas de las que somos
conscientes cuando reflexionamos sobre alguna de
las sensaciones anteriormente mencionadas».
Más adelante precisa el concepto de las ideas, al
decir «Una proposición que no parece admitir
muchas disputas es que todas nuestras ideas no son
nada excepto copias de nuestras impresiones, o, en
otras palabras, que nos resulta imposible pensar
en nada que no hayamos sentido con anterioridad,
mediante nuestros sentidos externos o internos».
Esto constituye un aspecto importante del
escepticismo de Hume, en cuanto equivale a decir
que no podemos tener la certeza de que una cosa,
como Dios, el alma o el yo, exista a menos que
podamos señalar la impresión de la cual, esa idea,
se deriva.
El problema de la causalidad
Cuando un acontecimiento sucede tras otro, la mayoría de la
gente piensa que una conexión entre ambos
acontecimientos hace que el segundo suceda
al primero (post hoc ergo propter hoc).
Hume desafió a esta creencia en su primer libro
Tratado de la naturaleza humana y más tarde en
su Investigación sobre el entendimiento humano.
Se dio cuenta de que aunque percibimos que un
elemento suceda al otro, no percibimos ninguna
condición necesaria y suficiente entre los dos. Y,
de acuerdo con su epistemología escéptica, sólo
podemos confiar en el conocimiento que adquirimos
a través de nuestras percepciones. Hume declaró
que nuestra idea de causalidad consiste en poco
más que la esperanza de que ciertos
acontecimientos se den tras otros que los
preceden. «No tenemos otra noción de causa y
efecto, excepto que ciertos objetos siempre han
coincidido, y que en sus apariciones pasadas se
han mostrado inseparables. No podemos penetrar en
la razón de la conjunción. Sólo observamos la cosa
en sí misma, y siempre se da que la constante
conjunción de los objetos adquiere la unión en la
imaginación» (Hume, 1740: 93). En realidad no
podemos decir que un acontecimiento causó al otro.
Todo lo que sabemos con seguridad es que un
acontecimiento está correlacionado con el otro.
Para describir esto, acuñó el término
conjunción constante, que consiste en que
cuando vemos cómo un acontecimiento siempre
causa otro lo que en realidad estamos viendo es
que un acontecimiento ha estado siempre en
conjunción constante con el otro (costumbre).
En consecuencia, no tenemos ninguna razón para
creer que el primero causó al segundo, o que
continuarán apareciendo siempre en conjunción
constante en el futuro (Popkin y Stroll, 1993:
268). La razón por la que presentamos este
comportamiento no es que la causa-efecto sea el
comportamiento de la naturaleza, sino los hábitos
de la psicología humana (Popkin y Stroll, 1993:
272).
Esta concepción le quita toda la fuerza a la causación, y
otros humeanos posteriores, como Bertrand Russell,
han desechado la misma noción de causación
aduciendo que es un tipo de superstición. Pero
esto desafía al sentido común, creando el problema
de la causación —¿Qué justifica nuestra confianza
en la existencia de una conexión causal y de qué
clase de conexión podemos saber?— un problema para
el que no se ha encontrado solución. Hume sostuvo
que tanto nosotros como otros animales tenemos una
tendencia instintiva a creer en la causación
debido al desarrollo de hábitos de nuestro sistema
nervioso, una creencia que no podemos eliminar,
pero que no podemos probar mediante ningún
argumento, deductivo o inductivo.
El problema de la inducción
En Investigación sobre el entendimiento humano, Hume
articuló su tesis de que todo el razonamiento
humano pertenece a dos clases, Relaciones de
ideas y Hechos. Mientras que las
primeras involucran conceptos abstractos como las
matemáticas y están gobernadas por las certezas
deductivas, los segundos comportan la experiencia
empírica donde todos los razonamientos son
inductivos. Dado que de acuerdo con Hume no
podemos conocer nada de la naturaleza con
anterioridad a la experimentación, incluso un
hombre racional sin experiencia «no podría
haber inferido de la transparencia y la fluidez
del agua que sofocaría su sed, o a partir de la
luz y el calor del fuego que le consumiría» (EHU,
4.1.6) Así que todo lo que podemos decir, pensar o
predecir de la naturaleza debe venir de la
experiencia previa, lo que lleva a la necesidad de
la inducción.
La inferencia o razonamiento inductivo presupone que se
puede confiar en los actos pasados como regla a
partir de la cual se puede predecir el futuro. Por
ejemplo, si en el pasado ha llovido el 60% del
tiempo cuando se dan unas condiciones atmosféricas
determinadas, entonces en el futuro probablemente
lloverá un 60% del tiempo si se dan las mismas
condiciones. Pero aún queda el problema de cómo
justificar tal inferencia, conocida como el
principio de inducción. Hume sugirió dos
posibles justificaciones, que sin embargo rechazó:
1.
La primera justificación descansa en la
suposición, tomada como una necesidad lógica, de
que el futuro debe parecerse al pasado. Pero Hume
puntualiza que podemos concebir un mundo caótico y
errante en el que el futuro no tiene nada que ver
con el pasado; o un mundo como el nuestro hasta el
presente, que llegado a un punto cambia
totalmente. Así que nada hace que el principio de
inducción sea una necesidad lógica.
2.
La segunda justificación, más modesta, apela a los
éxitos anteriores de la inducción: en el pasado ha
funcionado en la mayoría de las ocasiones, así que
probablemente seguirá haciéndolo en el futuro.
Pero, como Hume comenta, esta justificación hace
uso del razonamiento circular en un intento de
justificar la inducción mediante la reiteración,
lo que nos devuelve al punto de partida.
El notable filósofo del siglo XX Bertrand Russell confirmó
y elaboró el análisis de Hume del problema en su
trabajo Los problemas de la filosofía,
capítulo 6.
A pesar de la crítica de Hume a la inducción, sostuvo que
era superior a la deducción en el reino del
pensamiento empírico. Tal y como declara: «esta
operación de la mente, por la que podemos inferir
los efectos de las causas y viceversa, es esencial
para la subsistencia de todas las criaturas
humanas, es probable que pueda confiarse más en
ella que en las falacias de la deducción de
nuestra razón, que es lenta en sus operaciones; no
aparece en los primeros años de la infancia; y
como mucho es, en cualquier edad y periodo de la
vida humana, extremadamente proclive al error».
Razón práctica: instrumentalismo y nihilismo
La mayoría de las personas consideran algunas conductas más
razonables que otras. Por ejemplo, comer papel de
aluminio parece irracional. Pero Hume negó que la
razón tuviera un papel importante cara a motivar o
desalentar la conducta. Según él, la razón no es
más que una calculadora de conceptos y
experiencia. Lo que en definitiva importa es como
nos sentimos respecto a la conducta. Su trabajo se
asocia con la doctrina del instrumentalismo, que
dice que una acción es razonable si y sólo sí
sirve para alcanzar las propios deseos, sean los
que sean. La razón puede participar solamente
informando acerca de las acciones que serán más
útiles para alcanzar las metas y deseos, pero
nunca dirá qué metas y deseos se deben de tener.
Así que si alguien quiere ingerir papel de
aluminio la razón dirá dónde encontrarlo, y no hay
nada irracional en el hecho de comerlo o en querer
hacerlo (a menos que se tenga un deseo más fuerte
de conservar la salud). Hoy en día, sin embargo,
se aduce que Hume fue un paso más allá
adentrándose en el nihilismo, pues dijo que no
había nada irracional en frustrar los propios
deseos y metas. Tal conducta sería anormal, pero
no sería contraria a la razón.
Ética
Hume trató la ética por primera vez en el segundo y tercer
libro del Tratado de la naturaleza humana
(1739). Muchos años después, extrajo y extrapoló
las ideas allí propuestas en un ensayo más corto
titulado Investigación sobre los principios de
la moral (1751). La aproximación de Hume a los
problemas morales es fundamentalmente empírica. En
lugar de decir cómo debería de operar la moral,
expone cómo realizamos los juicios morales. Tras
proporcionar varios ejemplos llega a la conclusión
de que la mayoría (si no todas) de las conductas
que aprobamos tienen en común que buscan
incrementar la utilidad y el bienestar público. Al
contrario que el también empirista Thomas Hobbes,
Hume declara que no sólo realizamos juicios
morales teniendo en cuenta nuestro propio interés,
sino también el de nuestros conciudadanos. Hume
defiende esta teoría de la moral al asegurar que
nunca podemos realizar juicios morales basándonos
únicamente en la razón. Nuestra razón trata con
hechos y extrae conclusiones a partir de ellos,
pero no nos puede llevar a elegir una opción sobre
otra; sólo los sentimientos pueden hacerlo. Este
argumento contra la moral fundamentada en la razón
forma parte hoy en día de los argumentos
antirrealistas.
Por tanto, Hume niega la existencia de una "razón práctica"
y la posibilidad de una fundamentación racional de
la ética. El objeto de la moral (pasiones,
voliciones y acciones) no es susceptible de ese
acuerdo o desacuerdo entre las ideas sobre las que
se basan lo verdadero y lo falso. Si la razón no
puede ser la fuente del juicio de valor, habrá que
buscarlo en el sentimiento, que surge espontáneo
en nosotros ante acciones susceptibles de lo que
consideramos valoración moral. El análisis de este
sentimiento revela que es una forma de placer o de
"gusto". Ello le lleva a excluir de la moral todo
rastro de austero moralismo o de mortificación del
alma o del cuerpo, porque el fin de la moral es la
felicidad y el gozo de vivir del mayor número de
hombres posible.
Igualmente duro se muestra Hume ante el problema religioso.
Menoscaba la pretensión de las pruebas de la
existencia de Dios, y niega su existencia apelando
al problema del mal en el mundo. La religión tiene
su origen en el sentimiento de miedo de la gente y
en la ignorancia de las causas de los eventos
terribles de la naturaleza. En su libro
Historia natural de la religión, defiende una
evolución a partir del politeísmo, hasta llegar a
la idea abstracta de la divinidad propia de las
religiones monoteístas.
Determinismo y libre albedrío
Muchos han advertido el conflicto aparente entre el libre
albedrío y el determinismo. Si las acciones que se
realizan estaban predeterminadas desde hace miles
de millones de años, entonces ¿cómo es que podemos
decidir? Pero Hume advirtió otro conflicto, al ver
el problema desde la perspectiva contraria: el
libre albedrío es incompatible con el
indeterminismo. Si las acciones realizadas no
están determinadas por acontecimientos anteriores
entonces las acciones son completamente
aleatorias. Además, y de más importancia para la
filosofía humana, no están determinadas por el
carácter o la personalidad –los deseos, las
preferencias, los valores, etc.–; pero, ¿cómo
podría ser alguien responsable de una acción que
no es consecuencia de su carácter, sino que ocurre
de forma aleatoria? El libre albedrío parece
necesitar del determinismo, porque de lo contrario
el agente y la acción no estarían conectados. Así
que, mientras que el libre albedrío parece
contradecir al determinismo, al mismo tiempo
necesita del determinismo. La concepción de
Hume de la conducta humana tiene causas, y por lo
tanto al hacer a las personas responsables por sus
acciones se debería intentar recompensarlas o
castigarlas de tal forma que intentaran hacer lo
que es moralmente deseable e intentaran evitar
hacer lo que es moralmente indeseable.
El problema del ser y el deber ser
Hume se percató de que muchos escritores hablaban sobre
lo que debería ser partiendo de la base de
lo que es; pero hay una gran diferencia entre
las proposiciones descriptivas (lo que es) y las
prescriptivas (lo que debe ser) (ver libro III,
parte I, sección I del Tratado de la naturaleza
humana). Hume pide a los escritores que se pongan
en guardia ante estos cambios sin aportar
explicaciones acerca de cómo se supone que las
proposiciones prescriptivas deben de seguirse de
las declarativas. La cuestión de ¿con qué
exactitud se puede derivar el 'deber' del 'ser'?
ha llegado a ser una de las cuestiones centrales
de la teoría ética, y a Hume se le adjudica
normalmente la opinión de que tal derivación es
imposible (otros interpretan que Hume no dijo que
una aserción fáctica no puede devenir en una
aserción ética, sino que no podía hacerse sin
prestar atención a los sentimientos humanos). Hume
es probablemente uno de los primeros escritores
que realizó una distinción entre lo normativo (lo
que debería ser) y lo positivo (lo que es). G. E.
Moore defendió una posición similar con su
argumento de la pregunta abierta, en un
intento de refutar cualquier identificación entre
las propiedades morales y las naturales, la
llamada falacia naturalista.
Utilitarismo
Hume, junto con los demás miembros de la ilustración
escocesa, fue probablemente el primero en proponer
que la razón de los principios morales puede
buscarse en la utilidad que tratan de promover. El
papel de Hume, sin embargo, no debe
sobreestimarse; fue Francis Hutcheson el que acuñó
el lema del utilitarismo: «la mayor felicidad
para el mayor número». Pero fue tras leer el
Tratado de Hume cuando Jeremy Bentham
sintió por primera vez la fuerza del sistema
utilitario. Sin embargo, el proto-utilitarismo de
Hume es peculiar. No cree que la adición de
unidades de utilidad proporcione la forma de
llegar a la verdad moral. Al contrario, Hume era
un sentimentalista moral y, como tal, pensaba que
los principios morales no podían justificarse
intelectualmente. Algunos principios simplemente
nos parecen mejores que otros; y la razón de por
qué los principios utilitarios nos parecen mejores
es porque favorecen nuestros intereses y los de
nuestros coetáneos, con los que simpatizamos. Los
seres humanos están fuertemente predispuestos a
aprobar normas que promuevan la utilidad pública
de la sociedad. Hume usó esta idea para explicar
cómo evaluamos un amplio abanico de fenómenos,
desde las instituciones sociales y políticas
gubernamentales a los rasgos de la personalidad.
El problema de los milagros
Para Hume, el único apoyo de la religión más allá del
estricto fideísmo son los milagros, dando
argumentos a partir de la concepción de milagro
como una violación de las leyes de la naturaleza.
Su definición exacta de milagro se puede encontrar
en su Investigación sobre el entendimiento
humano, donde dice que los milagros son
violaciones de las leyes naturales y por tanto son
muy improbables. Se ha criticado esta idea
mediante el contraargumento de que tal dictado
asume el carácter de los milagros y las leyes de
la naturaleza antes de examinar los milagros, lo
que es una sutil forma de dar por sentada la
conclusión. También puntualizaron que este
razonamiento apela a la inferencia inductiva,
problemática en la filosofía humana, pues nadie ha
observado todos los acontecimientos de la
naturaleza ni examinado todos los posibles
milagros (por ejemplo, los que no han sucedido
todavía). Otra oposición a este argumento parte de
que el testimonio humano nunca puede ser
suficientemente digno de confianza para
contradecir la evidencia de las leyes de la
naturaleza. Este punto de vista se ha aplicado a
la cuestión de la resurrección de Jesús, respecto
a la que Hume no dudó en preguntar, «¿Qué es
más probable – que un hombre ascienda de entre los
muertos o que el testimonio esté, de alguna forma,
errado?». Esta pregunta es similar a la navaja
de Occam. Este argumento es la espina dorsal del
movimiento escéptico y todavía constituye un
problema para los historiadores de la religión.
Conservadurismo y teoría política
Muchos ven a David Hume como un conservador, y en ocasiones
se le llama el primer filósofo conservador.
Expresó su desconfianza por los intentos de
reformar la sociedad para llevarla lejos de la
costumbre establecida, y aconsejó a los pueblos
que no se rebelasen contra sus gobernantes,
excepto en casos de tiranía flagrante. Sin
embargo, se resistió a tomar parte por ninguno de
los partidos políticos británicos, los Whigs y los
Tories, y creía que se debe equilibrar el anhelo
de libertad con la necesidad de una autoridad
poderosa, sin sacrificar ninguna de las dos. Apoyó
la libertad de prensa y se mostró simpatizante de
la democracia, aunque con restricciones. Se ha
dicho que fue una gran inspiración para James
Madison, en particular para el libro
Federalista Nº 10. También se mostró optimista
respecto al progreso social, pues creía que
gracias al desarrollo económico que resulta de la
expansión del comercio las sociedades progresaban
desde la barbarie a la civilización. Según él, las
sociedades civilizadas son abiertas, pacíficas y
sociables, y sus ciudadanos son, en consecuencia,
mucho más felices.
Aunque fuertemente pragmático, Hume produjo un ensayo
titulado Idea de la mancomunidad perfecta,
donde detallaba qué reformas se deberían acometer,
que incluían la separación de poderes,
descentralización, extender el sufragio a todo el
que tuviera propiedades de valor y limitar el
poder de la iglesia. Propuso el sistema del
ejército Suizo como la mejor forma de protección.
Las elecciones deberían de tener lugar anualmente
y los representantes del pueblo no deberían de
cobrar emolumentos.
Contribuciones al pensamiento económico
En el transcurso de sus argumentaciones políticas, Hume
desarrolló muchas ideas que gozan de prevalencia
en la economía, principalmente acerca de la
propiedad intelectual, la inflación y el comercio
exterior.
Para Hume la propiedad privada no es un derecho natural,
pero se justifica debido a la existencia de bienes
limitados. Si todos los bienes fueran ilimitados y
estuvieran disponibles, entonces la propiedad
privada no tendría sentido. Hume creía en la
distribución desigual de la propiedad, dado que la
igualdad perfecta destruiría las ideas de
industria y el ahorro, lo que llevaría al
empobrecimiento.
Hume se cuenta entre los primeros que desarrollaron la
teoría llamada mecanismo de flujo especie-dinero,
una idea que contrasta con el mercantilismo.
Expuesto de una forma simplificada, en un sistema
de patrón oro, cuando un país tiene una balanza
comercial positiva (es exportador neto),
incrementa sus flujos entrantes de oro. Esto
resulta en una inflación de su nivel general de
precios, que en último término erosionará la
ventaja competitiva del país y reducirá sus
exportaciones. De este modo, el patrón oro
permitiría restaurar automáticamente el equilibrio
en la balanza de pagos de un país.
Hume también propuso una teoría de la inflación
beneficiosa. Creía que incrementar el suministro
de dinero avivaría la producción a corto plazo.
Este fenómeno estaría ocasionado por un margen
entre el incremento del suministro de dinero y los
precios. El resultado es que los precios no se
elevarían a corto plazo y puede que no lo hicieran
nunca. Esta teoría se desarrolló más tarde por
John Maynard Keynes.
Obras
·
Historia amable de mi vida (1734) Biblioteca Nacional de Escocia
· Tratado sobre la naturaleza humana: Un intento de introducir el método de razonamiento experimental en las cuestiones morales. (1739–1740)
· Resumen de un libro recientemente publicado: Titulado Tratado sobre la naturaleza humana (1740)
· Ensayos sobre moral y política (primera edición: 1741–1742)
· Cartas de un caballero a su amigo de Edimburgo: Edimburgo (1745)
· Investigación sobre el entendimiento humano (1748)
· Investigación sobre los principios de la moral (1751)
· Discursos políticos Edimburgo (1752)
· Cuatro disertaciones: Historia natural de la religión. De las pasiones. De la tragedia. Del criterio del gusto Londres (1757)
· Historia de Inglaterra (1754–1762)
· Historia natural de la religión
· Mi vida (1776)
· Diálogos sobre la religión natural (1779)
· Tratado sobre la naturaleza humana: Un intento de introducir el método de razonamiento experimental en las cuestiones morales. (1739–1740)
· Resumen de un libro recientemente publicado: Titulado Tratado sobre la naturaleza humana (1740)
· Ensayos sobre moral y política (primera edición: 1741–1742)
· Cartas de un caballero a su amigo de Edimburgo: Edimburgo (1745)
· Investigación sobre el entendimiento humano (1748)
· Investigación sobre los principios de la moral (1751)
· Discursos políticos Edimburgo (1752)
· Cuatro disertaciones: Historia natural de la religión. De las pasiones. De la tragedia. Del criterio del gusto Londres (1757)
· Historia de Inglaterra (1754–1762)
· Historia natural de la religión
· Mi vida (1776)
· Diálogos sobre la religión natural (1779)